viernes, 9 de octubre de 2009

EL FÚTBOL INFANTIL, UNA EXCUSA.

La mañana del 15 Mayo de 2008 cuando Jeremías Valdez cumplía 6 años su padre le regaló por primera vez una pelota de Fútbol.
“Es para vos hijo, sé que harás grandes cosas con ella”, le dijo mientras le entregaba el regalo envuelto en papel celofán azul.
Jeremías abrió ansioso el presente rompiendo con todas sus fuerzas el papel. Sus orientales ojitos negros brillaban y su sonrisa resplandecía en su cara.
“¡Gracias pá!”
Blanca, la mamá de Jeremías, abrazó a su hijo y lo acompañó al jardín para que estrenara su pelota. El nene corrió por el pasillo de la pequeña casa hasta el exterior y comenzó a patear el balón ante la mirada atenta de sus padres que lo contemplaban emocionados.
Desde el día de su cumpleaños Jeremías pasaba horas en el jardín jugando con su pelota nueva hasta que un día le dijo a su madre que quería jugar al fútbol.
Blanca lo consultó con su esposo y éste accedió a la propuesta sin resistencias.
Anotaron a Jeremías en el Club Minerao de Avellaneda, una institución ubicada a unas pocas cuadras de la casa de la familia Valdez. El entrenador Ariel Alonso le comentó al padre del niño que el club participaba de los torneos de Baby fútbol y que si el chico tenía “pasta” iba a poder llegar a la primera división de los grandes clubes argentinos.
“Mañana empezás fútbol, Jere. Papá te anotó en un club”, le dijo Adolfo Valdez a su hijo mientras lo abrazaba.
El nene saltó de alegría y su madre lo acompañó a su habitación porque al día siguiente Jere tenía que ir al jardín.
Jeremías empezó la escuela de fútbol el 22 de Mayo de 2008. Para “Pitino”, como lo llamaban en el club debido a su pequeña contextura física, el fútbol era un juego. Ir al club era una actividad que el niño disfrutaba porque se divertía y compartía buenos momentos con sus compañeros. Su padre no se perdía ningún entrenamiento y seguía atento las jugadas de Jeremías y las indicaciones del entrenador.
“El Baby es la representación del toque y de la gambeta, del fútbol de potrero, de la pelota que no se detiene y sale poco, con precisión, clase y piruetas”, alguna vez le explicó Alonso a Valdez en el final de un entrenamiento. Pero para Valdez eso no era suficiente. Quería ver triunfar a su hijo, lo quería ver en la cumbre del fútbol nacional y cobrar sus pases millonarios. Sus palabras sustentaban este deseo:
“Vos tenés que ser el mejor, Jere. Tenes que sobresalir. Algún entrenador importante va a venir a verte y te va a llevar a otro club mejor que este”.
El niño no comprendía las órdenes de su padre, sino que simplemente disfrutaba del deporte que amaba y participaba de los torneos del Baby con su equipo.
El señor Valdez acompañaba al nene a todos los partidos, charlaba con los padres de los compañeros de su hijo, con los entrenadores y se peleaba con los árbitros cuando juzgaban una jugada de manera contraria a su opinión.
El 25 de Junio llegó el partido más esperado: la final. El Minerao de Avellaneda contra el Estrella de Maldonado de Palermo.
Jeremías estaba muy entusiasmado y su padre nervioso.
El partido se desarrolló en medio de un clima de locura, desesperación y violencia porque Valdez no era el único que canalizaba sus propias frustraciones a través de su hijo, la mayoría de los padres de los niños contaban con ese plus de adrenalina.
El equipo de Jere ganaba por 8 goles contra 0 cuando el árbitro indicó el final del primer tiempo. Los nenes partieron hacia el vestuario con Alonso, el entrenador. Dentro de este lugar, un empujón asustó a los que miraban con ojos de niño; un puño anónimo pegó con fuerza sobre el director técnico y una voz (la del dueño de los nudillos) dijo: “Esta final la gana Palermo, ¿Entendés?” Detrás del hombre que hablabla había otras 7 personas. Alonso corrió hacia la calle y abandonó a los nenes. En el estacionamiento le volvieron a pegar. Terminó con el hombro dislocado, una costilla fisurada y sufrió cortes sangrantes en la nariz, una oreja, y los ojos.
El partido fue interrumpido y la liga FAFI está analizando la suspensión del club Estrella de Maldonado del torneo.
A Valdez las cosas le salieron mucho mejor que a Alonso. El partido no terminó y todavía no hay un campeón pero un grupo de representantes de Banfield se acercó al papá de “Pitino”, charló con él, le ofreció zapatillas, ropa y 200 pesos por partido para que el nene juegue en el equipo. Valdez aceptó la oferta, firmó un contrato privado y Jere tuvo que cambiar de club, amigos y categoría.

3 comentarios:

Luis dijo...

Pueden pasar cosas muy buenas, bellas y verdaderas en un club. Pero resulta que muchas veces se hace difícil coordinar capacidad de organización y de prevención para garantizar el goce pleno y seguro de una vida social; se desvían los objetivos y los fines de las instituciones, poniéndolas al servicio de mezquinos intereses, personales o grupales; se olvida cuál es la esencia del juego y quiénes son los verdaderos protagonistas del mismo.

Todo ello lleva a que lo que debería ser una jornada o un momento y un lugar de encuentro entre la familia, los amigos, la comunidad, termine siendo una verdadera odisea para un pequeño niño de 6, 8 ó 10 años (merecedor de la mayor de las tutelas), por la carnicería en que han convertido el fútbol infantil personas sin capacidad ni escrúpulos en la conducción de los menores.

Los “jugadores” de 7, 9, 11 años esperan toda la semana la llegada del partido. Ven en el equipo que integran la representación del barrio a que pertenecen, a la familia, los amigos; en el “Técnico”, al ejemplo, al modelo a seguir, autoridad y guía; en él depositan su confianza y de él esperan la palabra de aliento que los anime a seguir tras el traspié.
Sin embargo, el día del partido lo que encuentran no siempre es, precisamente, aquello que fueron a buscar: hoy, ven peleas entre padres, directivos, “delegados” y/o representantes de los clubes, agresiones verbales y de hecho a los árbitros, todo “justificado” por el “fin” superior buscado: el logro de resultados.

En cualquiera de estas instituciones se pueden ver niños de 5 años de edad (y más pequeños también) intentando jugar al “fútbol”, en vez de jugar a la pelota (entendiendo esta actividad como un juego más espontáneo que dirigido, donde el adulto debería proponer, más que decidir; o sugerir, más que dirigir), y así aparecen términos como “táctica”, “estrategia”, “orden defensivo”, “rendimiento”, etc.

Así es: a aquéllos que dicen “trabajar para los chicos” sólo les interesa ganar un partido (a como dé lugar), un campeonato, un “ascenso” de categoría. Para ello, agreden rivales y árbitros, “aconsejan” a los chicos (a viva voz) “destruir” al adversario (no es extraño escuchar frases tales como: “¡¡agarralo!!”, “¡¡reventalo!!”, “¡¡bajalo!!” y otras aún peores) y, entre todo ello, cuando un “jugador” del propio equipo no “sirve” al objetivo, LO ECHAN, sin mayores miramientos. Esto parece ser en la actualidad “lo normal”, y por ello, es comúnmente aceptado: los padres, acostumbrados a este tipo de situaciones, a lo sumo se retiran del lugar.
Pero las víctimas de este “sistema” no son los padres:

Son los niños. Estos no se encuentran capacitados para la discusión; tienen que hacer lo que les dicen, puesto que no tienen la confianza en sí mismos, la madurez y el carácter lo suficientemente desarrollado para siquiera saber si lo que se les impone es o no correcto. Simplemente lo aceptan como lo verdadero: “si el ‘técnico’ dice que no sirvo, ENTONCES NO SIRVO”.

*Hay veces en que los nenes se quedan mirando a un loco desaforado que no entienden que sea su papá, enojado porque su hijo sacó mal un lateral.

*Cuando gana el equipo contrario, los padres empiezan a echarle la culpa al referí y no se fijan que los que ganaron también son chicos.

*(Algunos técnicos) como cobran, tienen que ganar. Si no, los echan del equipo. Y adquieren prestigio ganando campeonatos. Frustran pibes, pero ganan campeonatos.

*“Nadie tiene derecho, se me ocurre, a frustrar los sueños de un pibe”.

*Del libro La Infancia Hecha Pelota

Mi hijo categoría 96 fue discriminado y echado del club de barrio El Fortín de Villa Aurora por su estatura y de la federación Argentina de Deportes Infantiles, FADI Avellaneda en el año 2006 al día de hoy sigo peleando por sus derechos.

No permitiéndole la federación la libertad para integrase a otro club,

Quedando de esta manera bajo la voluntad del club y de la federación. Dejándolo sin sus derechos

Menores delincuentes con derechos, Menores inocentes sin derechos.

http://futbolinfantiljuegodechicos.blogspot.com/

Luis dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Marcelo Catelli dijo...

Es Tremendo ver como se transforman los padres en este tipo de situaciones,el exito como unico objetivo..!tremendo!.
Soy papa de un nene de 6 y lo veo y hasta a mi que me llamo a rescate todo el tiempo a veces se me escapa la tortuga
Marcelo catelli
Marcelocatelli@hotmail.com